dioses y demonios bajo la piel
marzo 18, 2015Cuando los conquistadores españoles desembarcaron en América Central, encontraron que los indígenas no sólo adoraban ídolos que ellos consideraban diabólicos, sino que también se los marcaban en la piel en lo que consideraron como una evidente práctica satánica. Gonzalo Fernández de Oviedo, en su crónica de la conquista de México, escribe que los nativos «imprimen en su cuerpo la imagen de sus diablos, perpetuados en color negro mientras viven, perforando a la carne y fijando allí las figuras malditas».
También Diego López de Cogolludo anotó que los guerreros se tatuaban para conmemorar sus hechos de armas, «de manera que los viejos héroes tienen el cuerpo completamente cubierto con jeroglíficos». Y Diego de Landa quedó impresionado por el grado de tormento que soportaban. En Perú y Chile también hay ejemplos de momias precolombinas que muestran tatuajes, tanto en el torso como en las extremidades, y las figuritas femeninas de la cultura del Nazca muestran lo que parecen tatuajes en el abdomen, probablemente relacionados con la fertilidad.
Las marcas en Asia
En Tailandia, las creencias animistas de las tribus que vivían en el curso del Mekong como los lue y los yue tuvieron gran influencia sobre las primeras formas de tatuaje. Con la llegada de comerciantes de la India, durante el primer milenio de nuestra era, en el país se implantó el hinduismo, y desde el siglo VI también el budismo. Los tres sistemas de creencias se fusionaron en un sincretismo que combina religión, magia y filosofía, y que tuvo una traducción automática en los tatuajes sagrados llamados Sak yantar, que han llegado hasta nuestros días. Estos combinan inscripciones de textos y motivos geométricos, acompañados de imágenes de divinidades, animales sagrados o criaturas míticas. Una vez hecho el tatuaje, obra de maestros sacerdotes, se hace un ritual de consagración para conferirle su poder mágico y activarlo con oraciones. Los que protegen contra peligros físicos son los más demandados, pero también los hay destinados a tener éxito en el amor o para progresar social y económicamente.
En el archipiélago indonesio, durante miles de años, las tribus que comparten una herencia lingüística común y una cosmovisión muy similar han dado formas de tatuaje muy ricas y variadas, con el denominador común de dotar al individuo de poderes personales destinados a perpetuar la vida en un entorno natural eternamente incierto. Es el caso de los dayak de Borneo, término genérico para referirse a los habitantes del interior, que engloban muchas etnias (los más conocidos son los iban). Los tatuadores trabajan bajo la guía de un espíritu tutelar (Antu nulong) que dirige sus acciones y les transmite los poderes mágicos (pengaroh) que dan fuerza a los motivos que crean. Estos están estrechamente ligados al concepto de bejalai: el viaje «en el extranjero».
Los iban recorren la selva en todas direcciones para obtener los productos con los que se alimentan y comercian, para encontrar nuevos lugares donde establecerse, para visitar los parientes, para encontrar pareja entre mujeres de otras comunidades o para combatir a sus enemigos . Estos desplazamientos se conmemoran con tatuajes, y cuanto más hazañas consigue un hombre, más tatuado queda su cuerpo, demostrando no sólo su fuerza y virilidad, sino también convirtiéndose en un ‘curriculum vitae’ a la vista de todos, incluso para los difuntos que habitan en el sebayan, el ‘país de los muertos’. Como la sangre derramada puede atraer malos espíritus, el tatuaje se suele hacer siempre en el exterior de las casas, en una especie de santuario portátil que protege al individuo e impide que ninguna entidad sobrenatural le entre por las heridas.
Autor: Àlex Novials (texto), Agustí Alcoberro (asesoramiento).
Más información en: Revista Sàpiens nº152.
Los tatuajes y pinturas en la piel para atraer el poder forman parte de muchas culturas a lo largo del tiempo.
La cultura que más me impresionó fue la de los indios en america del norte, donde siempre se pintaban la cara para la guerra o para festejar o hacer duelo.